Cada fin de semana se llena la hospedería de gente que busca a Dios, que quiere oír de Él, que le tiene como amigo, como maestro, como esposo, como compañero de camino… Durante la semana también pasa gente que tiene sus males y sus esperanzas y las arregosta a nuestro flanco porque confía, porque en alguien se debe confiar, o se puede o se quiere confiar la vida. Porque la plegaria a Dios llega a través de aquellos a los que se las confiamos.
No digamos el grupo de jóvenes hermanas que han llegado a nuestra casa desde distintos puntos, con sus deseos de seguir a Jesús, al que conocieron y del que se enamoraron sincera y tiernamente. Vienen de Madrid, de Alcalá, de Alicante, de Galicia, de Costa Rica, de Cataluña, de Toledo, de Budapest, de Cádiz… vienen después de habernos conocido, después de haber vivido la vida, la de hoy. Entrar en el monasterio acaba siendo la gracia más grande, el don más limpio. Pero en el monasterio toda la vida queda transida de Él. Y, sin Él, nada dentro merece la pena o tiene sentido.
Vienen la gente del pueblo a cubrir necesidades u ofrecer dones, a compartir siempre. Pauli, Trini, Isabel, Miguel, David, Pedro, Rubén, Manoli, Victoriano… Pero, lo que más nos asombra últimamente es que suban hasta el monasterio Teresa, Marina, Rosana, Nerea y Laura. Venían porque en catequesis les han invitado a hacerlo. Y llegaban con recelo y vergüenza, con timidez y extrañeza. Se venían con sus libros para estudiar o para tocar la guitarra, cantar, jugar, hablar… La hermana que las acompaña terminaba siempre con una pequeña oración en la capilla, un canto que les atravesaba su corazón jovencísimo, y se marchaban con el adiós afectuoso de las demás monjas. Así se ha obrado el milagro. Ahora, ellas se juntan para hacer lo mismo en sus casas, en las calles del pueblo, con otros amigos. Estos jóvenes nunca han tenido contacto con la vida religiosa y han descubierto algo en ella no solo nuevo, sino también que les hace bien. Ojalá sigan viniendo los de lejos, y ojalá sigan viniendo los de cerca, los que tienen otros rollos, por si le encuentran a Él y le sienten para siempre como Amigo y Compañero.
Madre Prado González Heras
Priora del monasterio de la Conversión. Hermanas Agustinas
Fuente:http://www.alfayomega.es/85910/teresa-marina-rosana-nerea