Sesión habitual de fotos para esta serie, en esta ocasión a don Jesús Higueras, de sobra conocido por sus glosas dominicales en nuestro periódico. Una señora que llega a misa de doce, una misa de diario con los bancos delanteros del altar abarrotados, madres con coches de niños, señoras y señores mayores, más de un joven profesional. Una señora que, al ver la escena, comenta espontáneamente: «Don Jesús, que le saquen guapo». Y don Jesús, con espontáneo reflejo: «Imposible. Cada uno sale como es». ¿Es la parroquia Santa María de Caná, Avenida Europa 6, Pozuelo de Alarcón, como parece? ¿Saldrá como es? ¿Existe un modelo Caná de parroquia?
Lo primero que se ve, incluso desde la distancia, es el impresionante templo, obra del arquitecto Fernando Higueras, su altiva torre de un ladrillo sostenida por un movimiento hacia el interior de cada uno, a veces mudéjar, a veces gótica, sin ángulos agudos en el exterior, ni en el interior, realidad y ficción, retranqueos ortogonales. La amplia entrada invita a la conversación, a traer la vida ordinaria al culto, a convertir la parroquia «en casa de todos y para todos», como la define un feligrés. Pero hay otra entrada, la que está en el piso inferior al plano principal, protegida por las escaleras, que nos da pie para introducirnos en lo que sostiene todo, la caridad.
Ayuda a discapacitados
Lo primero que nos topamos es la Fundación Caná, iniciativa destinada a la atención de personas con discapacidad psíquica o física, cerca de 161 niños y jóvenes, y que está relacionada con la apuesta por la vida. Despacho de Cáritas, con su atención especial a los inmigrantes, la demandada bolsa de trabajo, que también ayuda a otras parroquias de Madrid, y la organización de rastrillos benéficos. Red Madre, dedicación a mujeres embarazadas y madres solteras. Generosidad de los fieles de una parroquia generosa. La caridad en las periferias existenciales, «las periferias del corazón, ansiedad, depresión, fracturas emocionales, muerte de personas cercanas, de hijos son prioridad», como nos comenta el párroco. De ahí el grupo de las Supermadres, mujeres que han perdido, por muy distintos motivos, un hijo y que se reúnen para a compartir el dolor y rezar. Un grupo del que el párroco habla con especial afecto.
El modelo de Caná puede confundir por los grandes números. La clave de lo grande está en lo pequeño, en la relación persona a persona, en el trato y el servicio que los sacerdotes prestan a cada uno. Junto con el ya citado don Jesús, están Fernando del Moral, Rafael Jesús Navarrete y Miguel Juan Forcada. Ayuda como adscrito mi admirado Nicolás Álvarez de las Asturias, que este año imparte un curso de Historia de la Iglesia. Vayamos a las cifras aproximadas que reflejan la vida: en los 22 años de la parroquia se han ordenado 10 sacerdotes de esta comunidad y en este momento hay 10 seminaristas; un monje benedictino; cuatro carmelitas descalzas y unas cuantas religiosas de Iesu Communio.
Se celebran cinco misas diarias (doce, los domingos); unas 700 personas han asistido a los ejercicios espirituales anuales; seis horas diarias de atención al confesionario; 180 jóvenes de confirmación; 400 niños de primera comunión; una media de 500 bautizos al año; unos 500 jóvenes asisten a la oración con el Santísimo en la noche de los primeros viernes; dos coros, uno polifónico y otro de guitarras; por no hablar de las más de 1.500 comuniones que se distribuyen los domingos en una misa.
ITV matrimonial
Y no podemos olvidarnos del Grupo Betania, formado por mujeres separadas o divorciadas; la Escuela de familia, una ITV matrimonial; los grupos de Acción Católica, Vida ascendente, de la Renovación carismática; la Comunidad de Comunión y Liberación; la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío; el Cenáculo, destinado a interceder ante el Señor por las personas adictas a la droga; o los retiros de Emaús.
Podemos añadir los grupos de universitarios, o el voluntariado solidario de los jóvenes, que durante el verano dedican semanas a trabajar en diversos campos sociales. Nada de lo dicho sin la corresponsabilidad laical, con sus consejo parroquial y de economía. Cercanía y espíritu de familia, que lo impregnan todo. No en vano, ser feligrés de Caná es un signo distintivo.