Entrevista de la web de la diócesis de Córdoba al Vicerrector del Seminario San Pelagio.
¿Qué te llevó al sacerdocio? A partir de unos Ejercicios Espirituales para jóvenes que dirigió D. Santiago Gómez Sierra en 1992. Fueron unos días de gracia, un verdadero paso de Dios. Desde ese momento, mi relación personal con Cristo en la oración y mis deseos de entrega se multiplicaron sin todavía saber poner nombre a lo que me pasaba. Tuvo que pasar un año y, tras participar en otros Ejercicios, esta vez dirigidos por D. Manuel Navarro, tomé la decisión de entregarme al Señor en el sacerdocio. Veía que me quería para Él, para seguir prolongando su vida y misión en el mundo. Fue el Jueves Santo de 1993 cuando le dije que “sí” al Señor. Para mí una decisión muy difícil porque en esos momentos estaba profundamente feliz y tenía otros proyectos en mi mente y en mi corazón. Desde ese momento hasta hoy (voy a cumplir 17 años de sacerdote), puedo decir que el Señor ha ido colmado con creces sus promesas y me siento tremendamente feliz.
Y, ¿cómo conociste a Jesucristo? En mi familia y en las diversas catequesis de la parroquia. De una forma muy sencilla, desde muy pequeño mis padres y mis padrinos me enseñaron a rezar, a querer y tratar a Jesús como un amigo, a vivir como él nos pide. Puedo decir que la fe la recibí por contagio y las mejores lecciones las recibí en casa, viendo a mis padres cómo reaccionaban con fe sencilla ante todas las cosas, buenas y malas, que se iban sucediendo en la familia.
¿Cómo describirías tu vida sacerdotal? Creo que una de las categorías que mejor define el sacerdocio, en general, y el mío, en particular, es la de instrumento. El Señor me ha querido para Él y se sirve de mí, a modo de instrumento, para continuar su presencia y su obra en medio del mundo. Como instrumento, me siento muy pobre pero experimento cada día cómo el Señor se vale de esa pobreza para proseguir su obra. A veces me estremezco al ver la desproporción entre lo que soy y hago, y lo que Él es capaz de hacer por medio de mí. Mi vida sacerdotal, mi día a día, es muy sencillo: oración larga temprano y trabajo intenso todo el día, en mi caso concreto en el Seminario, dando clase por la mañana y acompañando personalmente a los seminaristas por la tarde. Mi lema sacerdotal es “servir y dar la vida” (Mc 10,45). Espero poder llegar al fin de mi vida y decir que, al menos, he intentado hacerlo lo mejor que he podido.
¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que has enfrentado como sacerdote? Cada ministerio nuevo que la Iglesia me ha confiado ha sido siempre un reto. Al principio, he de reconocer que se siente un poco de vértigo, pero luego el Señor te va mostrando paulatinamente que no te va a faltar la gracia suficiente para completar la obra que Él te encarga.
¿Qué experiencias como sacerdote te han dejado más impactado? Sin duda alguna, el acompañamiento personal de tantas personas a lo largo de mi ministerio que han vivido momentos muy difíciles y delicados llevándoles el consuelo, la fuerza, la acogida y el perdón del Señor. De un modo particular, poder haber asistido a muchos enfermos en el momento final de sus vidas con el bálsamo de los últimos sacramentos. Poder abrir la puerta del cielo a alguien y ver su rostro de paz y serenidad a causa de ello no tiene precio.
¿Cuál consideras que es la tarea más difícil para un sacerdote? Saber ordenar su tiempo y no dejarse absorber por la cantidad de tareas que tiene siempre pendientes dejando a un lado el cultivo de la oración y el trato de amistad con Cristo. Sin esto último, lo primero se hace peor y no da tanto fruto.
¿Y la más fácil? Precisamente, cuando uno descubre la importancia de la oración, ese tú a tú de corazón a corazón con Cristo cada mañana, siente una especie de sana dependencia, una amistad casi “adictiva”. Llega a convertirse en la tarea más fácil, casi espontánea, como respuesta a un deseo profundo del corazón.
Al frente del Seminario, ¿qué anhelos o inquietudes ves que tienen los seminaristas? Un seminarista es un joven y, como tal, tiene el corazón lleno de anhelos e inquietudes. En la tarea de discernimiento es muy importante ayudar a cada uno personalmente a poner nombre y orientar correctamente esos anhelos según el espíritu del evangelio y la vocación específica que ha recibido del Señor. Un punto fundamental es ayudar a buscar los medios necesarios para que esos anhelos e inquietudes se hagan realidad y no queden en meros deseos.
¿Cómo ayuda el Seminario a los futuros sacerdotes? El Seminario es una comunidad educativa en camino que quiere reproducir la relación de Jesús con sus apóstoles. Partiendo de esto, ofrece a los seminaristas una formación integral de la persona trabajando armónicamente sus dimensiones más importantes: humana, espiritual, comunitaria, pastoral e intelectual con el fin de ir formando un corazón sacerdotal como el de Cristo. En esta formación, es clave el acompañamiento personal, humano y espiritual, adaptado a cada persona. El Seminario ayuda también a discernir la vocación y sus motivaciones últimas. Si se confirma realmente la vocación, el joven continúa su camino en libertad y generosidad para responder a la llamada a ser sacerdote como Cristo y su Iglesia hoy quieren y necesitan.
Curiosidades
Un recuerdo de tu niñez: las celebraciones de Navidad en familia
Define tus años en el Seminario: fueron unos años preciosos en los que crecí como persona y como futuro sacerdote gracias a unos magníficos formadores y en compañía de una comunidad de verdaderos hermanos
Tu comida favorita: cualquier tipo de queso o un buen filete con patatas
Tus aficiones: ver cine, escuchar música
Gustos: me encanta, cuando me lo permite el ministerio, dejar cosas organizadas y ordenadas. Se ríen de mí por mis afanes en organizar la Biblioteca del Seminario y clasificar los libros.
Tu mejor amigo: tengo la suerte de tener muchos y muy buenos amigos, verdaderos regalos de Dios. Decir sólo un nombre me resulta muy difícil. Todos ellos están siempre ahí, especialmente cuando más los necesitas.
Tu cura: D. José Joaquín Cobos Rodríguez, de siempre
Un deseo: ser un santo sacerdote, como Dios quiere y la Iglesia necesita
Rezas por…: todas las personas que tengo encomendadas (ahora los seminaristas y sus intenciones, y las monjas de la Encarnación de las que soy capellán), las que forman parte de mi vida (familia, amigos, hermanos sacerdotes, obispo) y aquellos que me lo piden especialmente por alguna necesidad.
Fuente: https://www.diocesisdecordoba.com/noticias/el-senor-me-ha-querido-para-el-y-se-sirve-de-mi