El Papa consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María

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Al presidir la Misa en la que consagró al mundo entero al Inmaculado Corazón de la Virgen María, junto a más de cien mil fieles reunidos en torno a la imagen original de la Virgen de Fátima en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco subrayó que “la fe es fidelidad definitiva, como aquella de María”.

“Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias”, indicó.

El Santo Padre señaló que “a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza”.

“Es éste el camino definitivo, siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. Jamás caminar sobre el camino de lo provisional. Esto sí mata. La fe es fidelidad definitiva, como aquella de María”.

Francisco dijo que “hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador”.

“Precisamente mirando a María a la luz de las lecturas que hemos escuchado, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: primero, Dios nos sorprende, segundo, Dios nos pide fidelidad, tercero, Dios es nuestra fuerza”.

“A menudo es fácil decir ‘sí’, pero después no se consigue repetir este ‘sí’ cada día. No se consigue a ser fieles”, lamentó.

El Papa señaló que “María ha dicho su ‘sí’ a Dios, un ‘sí’ que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos ‘sí’ pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos”.

“Todos estos ‘sí’ culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Hoy, aquí hay muchas madres; piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte”.

Al abordar “el último punto: Dios es nuestra fuerza”, el Santo Padre indicó que “pienso en los diez leprosos del Evangelio curados por Jesús: salen a su encuentro, se detienen a lo lejos y le dicen a gritos: ‘Jesús, maestro, ten compasión de nosotros’. Están enfermos, necesitados de amor y de fuerza, y buscan a alguien que los cure. Y Jesús responde liberándolos a todos de su enfermedad”.

“Llama la atención, sin embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios a grandes gritos y dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han dado gritos para alcanzar la curación y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios a gritos y reconocer que en Él está nuestra fuerza. Saber agradecer, dar gloria a Dios por lo que hace por nosotros”.

Francisco pidió que “miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor’, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo”.

“Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón! Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! ¡Decir gracias es tan fácil, y sin embargo tan difícil!”.

El Papa preguntó luego “¿cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es una de las palabras claves de la convivencia. ‘Permiso’, ‘disculpa’, ‘gracias’: si en una familia se dicen estas tres palabras, la familia va adelante”.

“¿Cuántas veces decimos ‘gracias’ en familia? ¿Cuántas veces damos las gracias a quien nos ayuda, se acerca a nosotros, nos acompaña en la vida? ¡Muchas veces damos todo por descontado! Y así hacemos también con Dios. Es fácil dirigirse al Señor para pedirle algo, pero ir a agradecerle: ‘Uy, no me dan ganas’”.

Al concluir su homilía, el Papa invocó “la intercesión de María para que nos ayude a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque Él es nuestra fuerza. Amén”.

Concluida la Misa, el Papa Francisco leyó el acto de Consagración del mundo a Nuestra Señora de Fátima: «Nuestra Señora de Fátima, con renovada gratitud por tu presencia materna, unimos nuestra voz a la de todas las generaciones que te dicen beata».

“Custodia nuestra vida en sus brazos», pidió el Papa.