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Un año más es 19 de marzo, un año más estamos preparados para celebrar el día del padre, de San José; pero, ¿sabemos realmente qué celebramos?

Sí, celebramos el día del padre, el día de todos los padres que conoces, el día de tu padre, el de tu abuelo, el de tu hermano mayor, el de tu primo, el de tu profesor; el día de todos los padres de familia. Pero, ¿somos conscientes de la suerte que tenemos al poseer un padre católico?

Parece sencillo ser padre, ¿verdad? Pero la mayoría de los jóvenes no nos paramos a pensar la fuerza de la que se llenan los padres todos los días para sacar las sonrisas de sus hijos. Tienen que aprender a ser duros y sensibles a la vez, tienen que saber enfadarse con las personas que más quieren sin hacer daño y tienen que poner los cinco sentidos para sacar a sus hijos adelante. Y aun así, ningún padre se cansa, ningún padre se desvanece; al contrario, aunque resulte paradójico, cada vez son más mayores y cada vez tienen más vitalidad, como si a la vez que se llenan de años se llenaran también de amor.

Y, ¿cómo se aprende a ser tan buen padre?, ¿Cómo un padre se llena de un amor tan grande? Una sola palabra es la respuesta: Dios, porque Dios es amor, y el amor construye puentes, atraviesa montañas y convierte tristezas en alegrías. Un hombre que forma una familia teniendo como base el amor y como modelo a Jesús nunca será un mal padre ni un mal esposo, pero además, tendrá la certeza de que formará grandes personas, la revitalizante certeza de que será el padre de unos buenos hijos.

Hablamos de un padre de familia, pero no nos podemos olvidar de su compañera, de su confidente, de su amante, de su esposa. Pues, toda mujer busca para compartir su vida a un hombre sensible, fiel, responsable, cariñoso, y  un sinfín de adjetivos que, resumiendo, se concentran en esta común y difundida frase entre la juventud femenina: “él sí sería el padre de mis hijos”. Cuando un hombre sigue los pasos de Jesús, es decir, cuando se llena de amor, se hace grande, se hace amado, también se hace directamente esposo.

San José fue el perfecto modelo de padre y esposo; un padre que luchó y quiso a su hijo hasta el último momento, y un esposo que cuidó, amó y confió en su esposa día a día. Los jóvenes tenemos mucho que aprender de San José, pues somos futuros padres, somos futuras bases de familia y, aunque todos tengamos unos padres maravillosos a los que poder felicitar hoy personalmente, no deberíamos olvidarnos del padre de Jesús, de San José, y acudir a él para llenarnos de fe, de nobleza, de cariño y de amor.

En definitiva, si tienes la suerte de poder compartir con tu padre este día tan importante corre hacia él, felicítalo, reconfórtalo, demuestra a tu padre que puede sentirse orgulloso de su hijo. En los más mínimos detalles, demuéstrale tu amor, pues ya lo decía San Josemaría Escrivá: “Hacedlo todo por Amor. Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo. Hacedlo todo por Amor. Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo”.

¡Seamos jóvenes alegres, convirtámonos en héroes de nuestros padres y los estaremos convirtiendo a ellos en héroes!  

¡Felicidades, papá!