Es que estoy de bajón

Cambiar el mundo

Sin Autor

Caso 1: Llegas a casa cansadísim@, has tenido un día terriblemente malo, y nada ha salido como querías. Necesitas desconectar por un momento, abandonarte a otra actividad que separe el tiempo en un antes y un después. Necesitas un merecido descanso.

Pero cuando te estás desabrochando el abrigo recuerdas: examen de tal asignatura en dos días, debería empezar a estudiar ya. Pffff, qué pereza… Realmente sabes que si dejas el estudio para mañana, no vas a dar abasto, como te ha sucedido otras veces. Además, convendría que hoy te surgieran dudas sobre lo estudiado, para poder preguntárselas al profesor  mañana…

Sí, amig@, se te presenta una tarde muy negra. Pero, ¡ah!, de repente surge en tu mente una justificación que te aligera el estómago mejor que un Activia. La excusa perfecta: estás de bajón. Un día malo, cualquiera lo tiene. Evidentemente, no puedes estudiar estando de bajón. Todo el mundo lo sabe. Es imposible. Leíste en tal artículo de psicología algo del rendimiento y de la motivación. Te resultó interesante, y te aferras a él mientras la idea de estudiar se aleja de tu mente rápidamente. A los diez minutos ya estás roncando.

Caso 2: Bronca en casa. Tu madre, tu padre, otra vez. Ya estás aburrid@. Esta vez se han pasado. Piensas esto mientras andas por el pasillo de tu universidad/trabajo. Además, mi novi@ me ha dejado, son las ocho de la mañana, ¡qué cansancio por Dios!, al final no ha salido aquella propuesta que esperaba con tanta impaciencia… Piénsalo: tienes motivos para no estar en tu mejor momento. Llegas y te encuentras con aquel pesado, que resulta que te va a acompañar durante todo el día en tus prácticas, en clase, donde sea.

Por lo general sueles ser una persona amistosa, incluso con  él, pero hoy sabes que no puedes. Si él te preguntase por qué estás tan borde, tú simplemente responderías secamente: Estoy de bajón. Ah… Que está de bajón. Comprensible. Y se alejaría. Dejaría de molestarte. Y entonces podrías dedicar tu día exclusivamente a ti, a tu autocompasión. ¡Todo el mundo necesita un poco de autocompasión!

Es evidente a dónde quiero llegar a parar. Permíteme aún mostrarte un tercer caso, que descubrirá lo que ya intuyes. Voy a citar, para ello, un fragmento del Libro de la Pasión, de José Miguel Ibáñez Langlois:

Caso 3: Llegaron a Getsemaní/ el jardín de las negras flores de primavera/ en algún cuartel velaba Judas/ quedaos aquí dijo Jesús que yo voy a orar/ triste y angustiada hasta la muerte está el alma mía/ velad y orad conmigo no me dejéis solo/ parece un niño aterrado ante la noche inmensa/ Dios no quiere quedarse solo en la oscuridad/

Jesús pide la compañía de tres miserables/ lo asaltan las visiones del infierno/ los pecados del mundo lo cercan como un rebaño/ como si fueran suyos se precipitan por miles de millones en su corazón/ esta noche hace suyos todos los pecados/ esta noche el pecado original quiere conocer a su nuevo Adán/ esta noche todos los pecados del mundo quieren vérselas por/ fin a solas/ con su propio/ autor.

Quiere pagar el precio del rescate humano/ desnudo de sí mismo este amante leproso/ quiere apurar el cáliz de sí mismo/ se ha despojado cuidadosamente de su divinidad/ y luego no menos prolijamente de su humanidad/ lo que queda es una especie de gusano leproso/ lo que queda al desnudo es Jesús todopecador vicario/ Jesús el miserable cae de rodillas sobre la tierra/ está triste y angustiado hasta la muerte por el pecado/ sus rodillas no sostienen ya tanta lepra/ Jesús se postra entero sobre la tierra/ Padre, si puede ser que pase de mí este cáliz/ está orando bajo el peso inconmensurable de toda la historia/ lo aplasta contra el polvo el peso de su depravación/ los judíos no oraban sino de pie/ este judío es Dios y/ prefiere la postura de los gusanos.

Cristo no quiso evadir su responsabilidad de amor, a pesar de sufrir el bajón más profundo que podrá tolerar jamás ningún hombre. Finalmente murió en la Cruz. Y gracias a ello resucitó, y tú y yo hemos sido salvados.

Fortalecer nuestra voluntad con el estudio, alegrar el día a un compañero, aunque sea un pesado, no son cosas carentes de importancia. Y menos aún si nuestro motivo es Dios.

Tomemos cada uno nuestra conclusión