El hábito de la virtud

Catequesis

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Cuando hablamos de virtudes o de dones solemos pensar que es algo con lo que se nace, que es algo que uno no puede conseguir con esfuerzo o trabajo. En este punto, cada vez que lo pienso me acuerdo de las artes marciales, la gente piensa exactamente lo mismo con las artes marciales, o eres bueno o da igual lo que entrenes. Hombre, con esa mentalidad el problema no es la buena coordinación que tengas al nacer, es que tú mismo te has anulado para lograrlo, ya que las artes marciales son más que un estudio constante de mejora y control del propio cuerpo. El objetivo real de este arte no es más que el control de uno mismo, y por tanto nunca terminas de mejorar y aprender ya que a medida que una persona crece cambia y evoluciona, así pues da lo mismo la facilidad natural que tengas para practicarlas, si no entrenas todos los días, si no practicas, cualquier persona constante tendrá mejores resultados que tú.

Curiosamente las virtudes son exactamente lo mismo, no son más que hábitos saludables para mejorar tanto personalmente como para con el prójimo. Cada uno de nosotros posee cuatro virtudes humanas que esperan ser potenciadas y trabajadas para lograr esos frutos que tanto deseamos, esa persona que tanto queremos ser, alguien paciente, comprensivo, bondadoso, fiel, pacifico, manso, con dominio de sí, y por supuesto lleno de amor y alegría.

Si pensamos un poco nos daremos cuenta que esta afirmación no es tan disparatada como parece, observando esas virtudes que cada uno puede desarrollar, (templanza, justicia, prudencia y fortaleza) podemos ver que no sólo nos llevarán a conseguir todo eso que tanto admiramos y deseamos, sino que no son inalcanzables, es una cuestión de proponérselo, practicarlo y entrenar nuestro cuerpo y nuestra alma para dominarnos y conocernos.

Templanza no es más que el control de nuestros mismos asegurando el dominio de la voluntad sobre los instintos obteniendo entre muchas cosas esa humildad tan deseada ya que la templanza se lleva hasta en el amor a uno mismo.

Fortaleza, este hábito que pocos creen tener, no es más que mantenerse firmes antes las dificultades y perseverar en la búsqueda de la verdad y el bien, haciendo lo que se debe hacer sin importar lo que sobrevenga después. Nos enseña a ser constantes, a tener paciencia y a perseverar en todas las situaciones.

Justicia,  consiste en dar a los demás lo que es debido, de ser capaz de entregar a nuestro prójimo lo que le corresponde aunque esto nos perjudique, y entre tantas cosas que debemos entregar se encuentra el respeto, el amor, la sonrisa y el perdón, logrando con todo ello la fidelidad, la alegría y la magnanimidad

Prudencia, virtud que tiene la capacidad de distinguir lo que realmente nos hará bien aunque sea incómodo, molesto o difícil así como el saber ser humilde y dócil para pedir consejo o aceptar las correcciones y orientación de personas sabias. La prudencia nos hace pararnos y ver nuestro alrededor, aceptar que nuestra opinión puede estar equivocada, así como analizar nuestra persona y el mundo que nos rodea obteniendo con ella, entre otros muchos frutos, los de  la comprensión, la humildad y la bondad

Todas y cada una de esas cualidades las tenemos todos en diferentes medidas, según lo que nos haya sido más fácil trabajar en nuestra vida, sin embargo, sería tan hermoso desarrollarlas todas en lugar de admirarlas en los demás. Para ello sólo puedo decir una cosa, al igual que la perfección en un deporte se logra dedicándole tiempo, siendo crítico con uno mismo y observando todos esos pequeños detalles que podemos ir  mejorando en cada salto, en cada técnica, en cada movimiento, las virtudes sólo es posible alcanzarlas con un entrenamiento diario, realizando el máximo esfuerzo en cada momento de nuestra vida, meditando sin miedo a conocernos para así poder corregirnos y, lo más importante e imprescindible, con Dios a nuestro lado ayudándonos, así que comienza teniendo la humildad de pedirle ayuda porque sólo él puede sacar lo mejor de ti.