Dejemos de lamer heridas

Cambiar el mundo, Rincón de Pensar

Sin Autor

El pasado sábado unos amigos me invitaron a una primera comunión. Allí fui yo con el deseo de disfrutar de una Santa Misa muy cuidada. La verdad es que el párroco se había esmerado: las flores en el altar, el coro… pero no debió disfrutar mucho el pobre sacerdote porque los murmullos durante toda la celebración fueron constantes. De todos modos lo peor estaba por llegar. En el momento de la comunión, después de impartirla a las niñas y niños que la recibían por primera vez, ninguna familia se levantaba para recibir el Cuerpo de Cristo. Momento de tensión. Decidí, como no podía ser de otro modo, levantarme e ir a comulgar. Al regresar al banco y ponerme de rodillas para hacer la acción de gracias me pregunte: ¿En que se han convertido las comuniones?

Esa misma tarde escribí a los encargados del Instagram de JC y les dije si podían lanzar, en la pregunta del domingo, si las primeras comuniones se han convertido sólo en un acto social.

Hoy he visto que el dato es demoledor. El 94% piensa que sí lo son. Estamos hablando de los seguidores de Instagram de JC.

Podemos, en la Iglesia, seguir lamiéndonos las heridas o, por el contrario, lanzarnos -como acaba de decir el Cardenal Madariaga- a una Iglesia intrépida y valiente que decide, de nuevo, estar en la vanguardia de la preocupación por los demás.  Eso supone acciones decididas y, puede, que este sea el punto más difícil de abordar. Pero esta tarea de ser intrépido no es de la jerarquía, sino de todos. Es preguntarse: ¿Hoy que voy hacer por los demás? ¿Qué puedo hacer para ayudar a la Iglesia?

Robert Tyrrel