Mariola Borrell es la española que leyó en la Misa inaugural del pontificado de León XIV. ¿Pero quién es esta joven?
Hija del odontólogo y conferenciante Pep Borrell, hace unos años dio su testimonio de fe para la revista Palabra:
El testimonio de Palabra, ofrece una reflexión profunda sobre el origen y desarrollo de su vocación, destacando que esta se gesta mucho antes de que se tome conciencia de ella. Borrel enfatiza la influencia primordial de su familia cristiana, la cual le transmitió la fe de manera natural, con gran libertad y alegría. Esta educación temprana le permitió concebir la fe no como una obligación, sino como una fuente de disfrute y un «regalo» invaluable, forjando una relación íntima y cercana con Dios, a quien veía como un amigo y un padre. Esta cercanía a lo divino sembró en su alma un deseo espontáneo de vivir en comunión con Él.
Un pilar fundamental en su discernimiento vocacional fueron los testimonios vivos de coherencia y entrega. Mariola relata cómo la vida de su abuela, marcada por la generosidad y el servicio a los demás, y la decisión de su tía de ingresar al convento, le mostraron de manera palpable que la entrega a Dios no solo es posible, sino que es fuente de una alegría profunda y contagiosa. Estas experiencias concretas validaron la convicción de que Dios «llena y hace feliz».
La formación cristiana recibida en un centro del Opus Dei también jugó un papel crucial. Allí, Mariola aprendió que la vida cristiana no se reduce a cumplir mandamientos, sino que es una relación personal de amor con Dios. Esta comprensión de la fe, centrada en la oración y la intimidad con Jesús, transformó su perspectiva, llevándola a una conexión más profunda y personal con lo divino.
El «detonante» de su vocación se produjo durante una conferencia en la que la descripción de la mirada de Juan Pablo II le impactó hondamente, generando en ella el deseo de que su propia vida pudiera ser un instrumento para acercar almas a Dios. Este momento la sumió en un período de intenso discernimiento, caracterizado por la oración constante, el acompañamiento espiritual y la intercesión de la Virgen.
A pesar del miedo y el vértigo inicial ante la posibilidad de sacrificar su comodidad y sus planes personales, la visión de que el Opus Dei representaba una «revolución universal» —personas de todas las razas y profesiones dedicadas a Dios en su vida ordinaria— le proporcionó una perspectiva más amplia y liberadora.
Finalmente, un sacerdote desconocido, a través de la interpretación del pasaje de la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6,1), le hizo comprender que la entrega a Dios no implica una privación, sino una multiplicación que permite realizar grandes milagros, alimentando a muchos y, paradójicamente, llenando también la propia vida.
Fuente: Almudi