El sínodo europeo

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Por Javier G. Herrería

La semana pasada se reunió una representación de los obispos europeos en la fase del sínodo continental. Rápidamente afloraron las dificultades previsibles: los obispos alemanes -y alguno más- empeñados en replantear la moral sexual, el fin del celibato y la ordenación de mujeres. Por supuesto, todo ello justificado por la necesidad de evitar los abusos sexuales del clero y no discriminar a las personas LGTBI o a las mujeres en la Iglesia.

Evidentemente, nadie está a favor de los abusos, la discriminación o el machismo, pero eso no quiere decir que por ello se esté a favor de cambiar la moral, abolir el celibato u ordenar mujeres, que es lo da a entender la retórica de los que pretenden protestantizar la Iglesia.

​Ante este panorama, incluso el padre Santiago Martín habla ya de una guerra civil en Europa. También se ha publicado una entrevista al arzobispo de Bruselas, preocupado por la situación de la Iglesia.

​La síntesis final de la reunión no se ha publicado todavía, pero la nota de prensa emitida no decía nada especialmente relevante. Aquí tienes unos comentarios con todos los asuntos preocupantes de la reunión.

​Los alemanes insisten en que van a crear los consejos sinodales permanentes para continuar presionando con sus propuestas disruptivas. Interpretan la sinodalidad como una democracia, y por eso les preocupa que el papa tenga el poder exclusivo en lo que se apruebe definitivamente.

​Mi opinión, a día de hoy, es que a pesar de que varios líderes del sínodo han defendido opiniones preocupantemente heterodoxas, el papa no tiene intención de cambiar el magisterio y la tradición de la Iglesia. Me baso para ello en las

-secretario del sínodo- explicando que el sínodo «no debe destruir la identidad de la Iglesia católica, sino aclararla»; además, todas las intervenciones del vaticano censurando los desmanes del camino sinodal alemán y el enfado que genera en sus líderes, me hacen pensar que la voluntad del Papa es fundamentalmente ortodoxa.

​Algunos no estarán de acuerdo con este análisis, pero es lo que pienso sinceramente en estos momentos. Nos quedan por lo menos dos años con la sinodalidad a cuestas, así que yo no perdería la paz por el tema. Como recuerdan con frecuencia los psicólogos y psiquiatras, el 90% de lo que nos preocupa luego no llega a suceder. Como además los creyentes creemos en el poder de la oración y no nos han pedido que salvemos el mundo nosotros (ya lo hizo Jesucristo), solo tiene sentido rezar y ser felices caiga lo que caiga, viniere lo que viniese.

​Por último, John Allen ha analizado las consecuencias sociológicas, económicas y doctrinales si se produjera un cisma en Alemania: no sería grave desde el punto de la pérdida de fieles o las vocaciones sacerdotales, pero sí desde el punto de vista económico (Alemania aporta 90 millones de euros a las maltrechas cuentas vaticanas). También apunta que redireccionaría el rumbo de la Iglesia hacia posturas doctrinales más tradicionales, aunque también se alejaría del aperturismo y la acogida a los desheredados, marca de este pontificado.​