Queridos catequistas, familiares y todos los hermanos en la fe:
Me urge compartir con vosotros la experiencia que he y hemos vivido en familia, como pequeño agradecimiento por toda vuestra ayuda, generosidad y especialmente por tantas oraciones que nos habéis dedicado en este tiempo.
Para quien no nos conozca, somos Adrián (32) y Raquel (33), llevamos 7 años casados, tenemos 6 hijos y somos de la misión Ad Gentes de Chemnitz (Alemania).
Nosotros somos tan solo simples misioneros, es decir, nadie. Esperamos que esta experiencia os sirva para comprobar los frutos que tiene la oración, pero sobre todo, para que os pueda ayudar en la fe.
Han sido muchas las personas que han rezado por nosotros: familiares, comunidades , seminarios y monasterios repartidos por todo el mundo.
Como bien sabéis, el 12 de Abril, en la Vigilia de Pascua, dí a luz a nuestro sexto hijo Pablo. Para nosotros fue una experiencia bonita, donde pudimos vivir la Pascua a través de un parto que es una forma muy existencial de experimentar el paso de la muerte a la vida. Pero a la vez, también nos anunciaba lo que estaba por venir: una cruz, una pasión cuyo final seguro era la resurrección, fuera cual fuera el desenlace.
Tan solo una semana después del parto, me diagnosticaron un cáncer de pecho muy agresivo de tercer grado. Los médicos reaccionaron de una manera muy rápida y providencial y me hicieron todos las pruebas necesarias para comprobar si el cáncer se había extendido en mi cuerpo. Una mancha en mi cráneo les hizo sospechar que podría ser una posible metástasis. Decidieron operarme para quitar el trozo sospechoso y analizarlo. La intervención se realizó el 13 de Mayo, día de la virgen de Fátima y apenas un mes después de dar a luz. Gracias a Dios y por intercesión de la virgen de Fátima y a tantas oraciones, la operación fue bien y los resultados fueron positivos, no era maligno.
Después de la operación nos comunicaron que la intervención había sido muy complicada y los días posteriores fueron difíciles. Viví momentos muy duros pues mi cuerpo aún no se había recuperado del parto.
Al poco tiempo empecé con la quimioterapia que consistía en una sesión semanal a dosis máxima durante un período de 5 meses y a continuación 4 sesiones con una quimio mas fuerte espaciadas en un periodo de 14 días.
Finalizada la quimioterapia me espera una operación para quitar el tumor y si fuese necesario, se continuará con radioterapia.
También tuve que hacer una prueba para detectar el origen del cáncer, ya que la posibilidad de que fuera genético era grande por mi edad joven y por el hecho que mi madre tuvo el mismo cáncer hace 22 años. Si así fuera, significaría tener una probabilidad muy alta de tener otro tumor y dificultaría aun más el proceso de curación. Además, conllevaría tomar decisiones difíciles como la extirpación de los pechos y ovarios.
Por otra parte, me explicaron todos los efectos secundarios que podía tener la quimioterapia.
El día que me comunicaron todo ésto, me fui muy preocupada a casa, pensando lo que ocurriría con de mi cuerpo. Pero encontré consuelo en una palabra de las laudes que hablaba sobre el sacramento de la Eucaristía porque decía que recibir el cuerpo de Cristo no solo protege el alma sino también el cuerpo físico.
Tras recibir toda esta información, y con la operación del cráneo hecha y casi recuperada, comencé con la quimio. Después de tan solo 2 sesiones, tuve una reacción alérgica en la piel muy fuerte y agresiva por todo el cuerpo. Los médicos no habían visto nada parecido en sus 35 años de profesión y concluyeron que estaba causada por un componente de la quimio.
Viví nuevamente unos días difíciles y tensos en los que Dios me ponía a prueba y yo sentía que no podía aguantar y llevar esta cruz.
Después de visitar el hospital diariamente durante casi dos semanas, finalmente me ingresaron para poder ser tratada con cortisona por vía intravenosa. Durante este tiempo no me podían dar la quimio hasta que mi piel se recuperase completamente de esta reacción. Gracias a Dios, la reacción se fue reduciendo poco a poco hasta que desapareció y pude continuar con el tratamiento tras dos semanas.
Al cabo de un mes , tuve el primer control de pecho y vieron que el tumor había disminuido un 25%. Es decir, que la terapia estaba funcionando. En los siguientes dos meses de quimio no hubo efectos secundarios . Durante este tiempo escuchamos a través de hermanos de la comunidad que una familia de la parroquia de Chemnitz había traído a la Virgen peregrina de Fátima que fue consagrada el 13 de mayo de 1967 por el papa Pablo VI con las reliquias de Jacinta y Francisco. Estos hermanos de parroquia, que también rezan por nosotros, nos permitieron entrar a su casa para rezar un Rosario en presencia de la Virgen.
Ofrecimos todos los sufrimientos de esta enfermedad por la conversión de esta ciudad y para que el Señor nos concediera el don de poder llevar esta cruz sin desconfiar, entregándonos a su voluntad, tal como lo había hecho la Virgen María durante la pasión de su hijo. Y finalmente también por mi curación, si así Dios lo quería.
La semana pasada, 2 meses después del último control, para nuestra sorpresa y la de los médicos, el tumor había desaparecido completamente. La médico solo movía la cabeza y decía sorprendida que ya no veía el tumor. Tampoco hablaban de que había sido suerte, pues hay pocas posibilidades de que pase ésto y nos decía que era lo mejor que podía pasar. Estamos convencidos de que Dios ha escuchado todas las oraciones y que a través de la Virgen de Fátima nos ha regalado este milagro. A pesar de esta buena noticia la terapia debe continuar como estaba planeada y la operación se realizará para limpiar la zona donde ha estado el tumor.
Otra buena noticia han sido los resultados de la prueba genética. Para nuestra sorpresa, el cáncer no es genético y el médico nos comunicó que tenemos mucha suerte, pues todo parecía indicar lo contrario. Para nosotros ha sido otro gran regalo del Señor.
Estos han sido los hechos y me gustaría resumir mi experiencia personal con Dios en estas pocas palabras:
Puedo decir que Dios realmente no permite la cruz para aplastarnos sino porque nos quiere dar a través de ella una historia mucho mas grande de lo que podríamos imaginar. Es verdad lo que dice Jesús: “mi yugo es suave a mi carga ligera. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. El día que me diagnosticaron el cáncer, el Señor nos concedió el don de recibir esta noticia sin murmurar , con mucha paz y con confianza segura de que Dios nos ama y que sus planes son mejores que nuestros planes y que no nos abandonaría y estaría siempre a nuestro lado.
Hemos sufrido, claro está, sobre todo al principio con todas las pruebas que ha permitido el Señor. Tantas preocupaciones…. Nos preguntábamos: ¿Qué pasará? ¿Tengo posibilidades de recuperarme? ¿Terminará aquí mi vida? ¿Y qué va a ser de mis hijos? He sufrido por mis hijos, especialmente con Pablo, mi hijo recién nacido, pues se me partía el corazón de madre.
Pero tengo que decir que esta paz profunda, que no viene de este mundo, nos ha acompañado hasta el día de hoy. También he tenido el privilegio, especialmente en este momento de coronavirus, de recibir la comunión física diariamente, hasta el día de hoy y también los sacramentos de confesión y unción de enfermos. Gustavo, uno de nuestros curas de la misión de Chemnitz, fue enviado por Dios para visitarnos diariamente y fue el que me dijo que esta batalla no era contra el cáncer sino contra el demonio que me decía que Dios no me amaba. Y es verdad, he tenido momentos de caída, entre ellos dos muy concretos después de la operación del cráneo y durante la alergia en la piel, donde ya no sentía esta paz y dudaba del amor de Dios. Hasta llegué a gritarle:
“Señor esta cruz es demasiado pesada, me vas a aplastar!” Y “ Señor, yo no soy tu hijo Jesucristo!”
Pero Dios, que siempre es fiel, en cuanto te vuelves a Él, te da otra vez esta paz. Es esta perla que una vez encontrada ya no la quieres perder jamás! Podemos ver cómo también esta enfermedad está haciendo mucho bien a nuestro matrimonio y en la relación con nuestros hijos. Hace un año tuvimos una experiencia fuerte con muchas pruebas de precariedad en el sentido material donde pudimos experimentar que solo Dios basta y es el único que provee. Esa experiencia nos preparó para una prueba aún más grande, la precariedad de la vida, que no está en nuestras manos y podemos decir también hoy, que Dios es el único que provee y no necesitamos ninguna otra cosa en este mundo. Solo Dios basta, como decia santa Teresa de Ávila.
También hemos podido experimentar que no estamos solos. No solo porque tenemos a Dios sino también a través de nuestras familias, siempre dispuestos ha ayudarnos en lo que sea y especialmente de la comunidad, donde nos hemos sentido queridos y nos han ayudado a llevar el peso de esta cruz. Hemos podido también experimentar, cómo a través de esta cruz, Dios ilumina y saca provecho a todos los que tenemos a nuestro alrededor. Nosotros no somos nada y esperamos que a través de este sufrimiento se pueda ver la Gloria de Dios.
Esto me anima a hablar de una cosa importante: la Misión. Al principio de la enfermedad abrimos dos veces una palabra al azar : Mateo 9, 35-38 y Lucas 7, 18-23. Esta última lectura la volvimos a abrir en los laudes del domingo hace poco. Son lecturas que hablan de curaciones y de la misión del cristiano.
La persona que recibe el espíritu de Cristo puede entrar en la muerte, en la enfermedad y experimentar que no muere! Eso es la Buena Noticia. La muerte está vencida, gracias a Cristo que nos ama tal como somos y se entregó gratuitamente por nosotros ,resucitando de la muerte! . Por eso no nos tenemos que escandalizar de la cruz, de la enfermedad, porque es Cristo que se quiere entregar por nosotros para que podamos entregarnos a los demás. A veces Jesucristo nos hace participar de su cuerpo sufriente para poder también nosotros ofrecer nuestros sufrimientos por los demás y por la salvación del mundo.
En este tiempo de enfermedad tenemos varias personas que se están fijando en nosotros, desde los médicos, vecinos, padres de la guardería, conocidos y hasta los compañeros de trabajo. Todos nos preguntan: ¿pero cómo es que estáis tan tranquilos, de dónde sacáis esta paz y con tantos hijos que tenéis? Hemos tenido la posibilidad de dar nuestra experiencia y hablar del amor de Dios muchas veces, también ésto ha sido un regalo Dios. Ahora más que nunca tenemos la certeza de que verdaderamente Dios nunca da una cruz que no puedas llevar, siempre que te agarres a Cristo.
Damos gracias en primer lugar a Dios y a la Virgen, que nos ha acompañado y sigue acompañando en cada momento.
También queremos daros las gracias a todos los que habéis rezado y seguís rezando por nosotros. También rezamos por vosotros para que el Señor os ayude en vuestras luchas, os bendiga y os de el ciento por uno.
La Paz