¿Por qué fracasan tantos matrimonios?

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El periodista Antonio Moreno(@Antonio1Moreno), miembro del departamento de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Málaga, nos vuelve a regalar en twitter uno de sus fabulosos hilos (sucesión de tuit encadenados): ⤵⤵

Hombres y mujeres: absolutamente iguales pero totalmente distintos. El Evangelio de hoy (el del domingo día 7) nos da las claves para entender el éxito y el fracaso de muchos matrimonios. ¿Te interesa? Pues vamos a ello.

Unos fariseos se acercan a Jesús, como siempre, para ponerlo a prueba, y le preguntan por el divorcio, permitido entonces por la ley de Moisés. Lee el diálogo entero aquí

Jesús es tajante. El divorcio no se corresponde con la voluntad de Dios. Moisés dejó escrito ese precepto “por vuestra terquedad” pero “al principio” no fue así.

El caso es que remitiéndose al Génesis, antes del pecado original, Jesús se está refiriendo al proyecto original de Dios para el hombre, al plan que Él había pensado para nosotros antes de que nosotros (tú y yo, en Adán y Eva), lo desbaratáramos.

Y explica que, en ese proyecto original de felicidad plena, que conocemos como el Paraíso, nos creó “hombre y mujer”. Para Dios, los dos sexos, la diferenciación sexual, es una forma de crearnos “a su imagen y semejanza”. No es un defecto de fábrica como pretende hacernos creer la ideología de género. ¿Por qué?

Dios es ante todo un misterio del que sabemos que es comunidad, que es familia, que es Trinidad. Un solo Dios en tres personas distintas. Ese es el Dios en quien creemos los cristianos.

O sea que el hombre y la mujer no hemos sido creados para la individualidad (fijaos cómo nuestra sociedad es más individualista a medida que se aleja de Dios) sino para “completarnos” en la unión matrimonial que, por definición está abierta a un tercero, los hijos.

Padre, madre, hijos, juntos en amor recíproco y para siempre ¿No ves la imagen y semejanza de Dios Trinidad? Para hacer su autorretrato, Dios no puede pintarnos en un cuadro, sino que necesita un tríptico.

Citando el Génesis, Jesús continúa: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.

Es importante lo de que abandonará el hombre a su padre y a su madre. Porque no hay nada peor para un matrimonio que cuando alguno de sus miembros (o los dos) no rompen el cordón umbilical.

La suegra, la mamá… ¡Demasiada gente en ese tríptico!

Mujer, marido e hijos. Los demás, la familia extensa: abuelos, suegros. primos, sobrinos… son estupendos para apoyarse mutuamente ante la adversidad, para acompañarse… Pero no para decidir, pues cada uno tiene su misión. ¿Misión? ¿Qué misión?, dirás tú. Si yo no soy agente secreto, ni espía…

Todo cristiano tiene una misión, una vocación. El casado tiene la misión de formar una familia, de construir un nido de amor donde acoger el don de la vida, donde pueda manifestarse el amor de Dios. Ser icono de la Trinidad.

Muy alejado del ideal romántico que nos presentan la literatura, el cine… Donde lo que importa es más la conquista, y donde el otro es un “objeto” deseado para mi felicidad.

Es cierto que hay una atracción, un enamoramiento, un gusto, un deseo, pero el cristiano trasciende esta primera fase y encuentra en el esposo, en la esposa, un compañero de misión junto a quien, incluso frente a quien manifestar el amor de Dios.

¿Pero quién cree que esto sea el matrimonio? Nadie ¿verdad? Por eso fracasan tan habitualmente, porque un marido es insoportable, porque una esposa es insoportable, porque amar sin tener amor es imposible.

Los judíos no habían entendido aún del todo el plan de Dios para la familia, por eso Moisés tuvo que permitir el divorcio. ¿Que ha cambiado con Jesús para que ya no sea lícito el divorcio?

¡Pues que Él nos ha enseñado a ser esposo y esposa de una forma nueva, definitiva! ¿Y cómo, si él no se casó? Pues amando hasta dar la vida por nosotros: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia”, dirá San Pablo. Cristo es el ejemplo de esposo. Cristo es el ejemplo de esposa. Él amó a su Iglesia, nos amó a nosotros, en la cruz.

Por eso la Iglesia afirma que el matrimonio es una institución natural o “creacional”, santificada por Cristo. Es decir, elevada por Él hasta la categoría de sacramento.

La palabra sacramento es una traducción del término griego “mysterion” ¿Os acordáis del otro “mysterion” del que os hablé, el de la Santísima Trinidad? Pues eso somos los matrimonios cristianos: un misterio.

No en el sentido de oscuridad o ininteligibilidad, sino en el de algo que estaría reservado para Dios, pero que se nos ha revelado, se nos ha regalado como un don, sin correspondernos.

Hombre y mujer en una sola carne y unidos por Dios ¡Qué misterio! ¿Cómo se va a separar eso? Es imposible.

¿Se puede romper el amor de una madre por su hijo? ¿Se puede romper el amor de un abuelo por sus nietos? Entonces ¿por qué nos hemos acostumbrado a que se pueda romper fácilmente el amor entre un hombre y una mujer?

Tenía razón la más grande cuando cantaba aquello de que “se nos rompió el amor de tanto usarlo”.

El amor auténtico no usa al otro, por eso no se puede romper. Lo que se rompe son las ganas de estar con el otro. Uno se harta de otro cuando espera algo de él y no lo recibe. Pero el amor auténtico lo espera todo, lo soporta todo…

Ojo, que no estoy hablando de situaciones de violencia, de malos tratos psicológicos… Para situaciones extremas hay que tomar medidas extremas y la separación es muy aconsejable en algunos casos.

Estamos hablando de que el matrimonio cristiano, si se ha celebrado correctamente, y si se alimenta con la gracia de los sacramentos, la oración, etc. es una roca; es una sola carne. ¿Puedes separar un brazo del tronco?

Pero, ¿Cuántos matrimonios celebrados en la Iglesia son matrimonios cristianos? Entendedme ¿Cuántos han entendido que uniéndose (en el Señor) a otra persona estaban comprometiéndose a perdonarles, por ejemplo, una infidelidad?

¿Cuántos entendieron que uniéndose (en el Señor) estaban aceptando seguir amando al otro aunque, pasado unos años, el otro le sustituyera en atención por la SmartTV o por su trabajo? Porque Cristo nos amó habiendo sido nosotros infieles con Él. Porque Cristo nos amó habiéndolo nosotros negado a Él.

Lo de la SmartTV lo dicen algunos curas en las homilías de las bodas y todos nos reímos, porque sabemos que pasa; pero los novios se creen que noooo a ellos no les va a pasar. El enamoramiento les ciega 😅

Tengo la suerte de haber sido alumno hasta el curso pasado del cardenal D. Fernando Sebastián. Cuando nos explicaba el sacramento del Matrimonio, él proponía añadir al ritual una frase en este sentido: «fulanito, ¿prometes amar a menganita… “como Cristo amó a su Iglesia”?» Estaría bien para explicitar lo que se está celebrando porque muchos no lo saben.

Por eso el papa, en Amoris Laetitia, insiste en la necesidad de preparar de una forma nueva a los matrimonios cristianos para que no sigan yendo al sacramento creyendo que es otra cosa. Por eso Amoris Laetita habla de acoger a las personas en situaciones irregulares y de agilizar los procesos de nulidad, que en algunos casos son flagrantes, porque accedieron a él sin saber qué es el sacramento del matrimonio.

Volviendo al texto del Evangelio, la abolición del divorcio contenía, además, una acción de justicia en lo que hoy llamaríamos “perspectiva de género”. Jesús viene a devolver la igualdad original de la mujer y el hombre que el pecado trata continuamente de quebrar.

Porque el divorcio de aquel tiempo no era una separación de mutuo acuerdo, era una carta de despido, un acta de repudio del hombre sobre la mujer. Ya no me sirves, ya no me gustas, ya no me convienes…

Imaginaos la situación de desamparo para una mujer repudiada en una sociedad como aquella donde no había pensiones compensatorias. En realidad era un instrumento de sometimiento de la mujer que sabía que si no era buena esposa, la ponían de patitas en la calle con lo puesto.

Jesús devuelve a la mujer su dignidad perdida. Esa dignidad e igualdad la explica también el Génesis cuando narra la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán. No es cualquier cosa la costilla. De tanto leerlo nos parece un dato anecdótico. ¿A que, por ti, como si le hubieran quitado a Adán un dedo o una oreja?

Desde hoy no te va a dar igual. El lenguaje simbólico del Génesis es de una belleza magistral. Una catequesis en cada frase.

Para la mentalidad semita la costilla es especialmente sugerente porque es un hueso –algo muy íntimo del cuerpo– y está situada junto al órgano que simboliza la afectividad: el corazón. La mujer creada desde la costilla es, por tanto, traducido a nuestra mentalidad, como una duplicación exacta: de idéntica naturaleza al hombre.

Y si seguimos leyendo el Génesis dice que el hombre dijo:  «Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre». Y uno se queda 🤨 ¿Que qué? ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?

En hebreo, varón y mujer se dicen con la misma palabra en su variante masculina o femenina: ‘is (varón) y ‘issáh (mujer). Traduciendo el juego de palabras sería: «Su nombre será “hombra”, porque ha salido del hombre». El resultado es feo, pero así se entiende mejor lo que quiere decir el texto.

Nos perdemos el matiz. Hombre y mujer (varón y “varona”) son la forma de llamar al mismo ser humano creado por Dios según su variante masculina o femenina. ¡Porque somos iguales en dignidad, aunque muy distintos!

Y un último aspecto espectacular y ya acabo que hoy me he alargado. Me interesa que te preguntes conmigo. Si la esposa de Adán nació de su costilla, ¿de dónde nacería la esposa del nuevo Adán (Cristo) que es la Iglesia, que somos nosotros?

Y la respuesta la encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica: «La Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento». (CIC 766).

Y recurre a la enseñanza de San Ambrosio que dijo que “Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz”.

¡Hombre y mujer, Cristo y su Iglesia, costilla y costado, movimiento de amor infinito, iguales pero distintos, humanos pero divinos; así somos tú y yo, así nos pensó el creador!

¿Hay crisis en tu matrimonio? En todos las hay. Cuando veas hoy echar unas gotas de agua al vino antes de la consagración, piensa en ese costado del que brota sangre y agua.

Es una imagen de los sacramentos, el bautismo, la Eucaristía, tu propio matrimonio… Acude a ellos con frecuencia que son la fuente de la gracia.La gracia es esa fuerza que nos ayuda a ver a Cristo en el marido, a Cristo en la mujer…

Y que nos permite mirarlos, darles la mano y repetir la primera exclamación que resonó en el mundo: “¡Esta(e) sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!»