“Se ha hecho tan pequeño —ya ves: ¡un Niño!— para que te le acerques con confianza.”
Hay tanta verdad en estas frases, porque realmente no hay nada más puro y sincero que la
sonrisa de un niño, ni nada más divertido que jugar con ellos.
Posiblemente la infancia es la mejor etapa de la vida, hay tanto que ver, tanto que aprender,
todo es nuevo e interesante, ningún niño se plantea preguntas difíciles o tiene grandes luchas,
no, ellos entienden perfectamente la vida, han venido a ser felices.
Y es por ese motivo por el cual podemos decir que Dios mismo es un niño, un niño travieso,
bueno y divertido. Un niño que sonríe, que juega y te invita a jugar con el cada día, porque
como todos los niños quiere jugar con sus amigos, con esas personas tan importantes y tan
valiosas para él, nosotros. Todas las mañanas con una amplia sonrisa te dice, “Ven, vamos a
jugar al escondite”
Cada día que pasa se nos presentan multitud de retos, dificultades, cansancios, deberes,
obligaciones…pero entre todo ello hay algo que olvidamos, que dejamos de lado por no
considerarlo prioritario y no es otra cosa que jugar al escondite. Como joven católico os invito
también a intentarlo, el descubrir a Jesús escondido en cada rincón de nuestra vida, en las
cosas más mundanas, en las personas más insospechadas, en la música que te rodea e incluso
los libros que lees.
Ciertamente no hay nada más satisfactorio que leer un libro o escuchar una canción pararte
y decir, ¡eh, es Cristo el que pasa!, es entonces cuando puedes ver a ese niño sonriéndote con
esa cara picaresca, retándote a volver a encontrarlo.
No seamos duros de corazón ni cerrados de mente, Dios se encuentra en cada esquina, está en
su casa, pero como tú también sale a la calle, y le puedes ver en cada esquina, en cada sonrisa
que te rodea, incluso puedes ver su sombra en aquella persona de la que tanto despotricas.
Todo ello se debe a que hay un sitio secreto para él, porque como todos los niños tiene su base
secreta, pero… para poder encontrarla has de buscar muy profundo, y sobre todo no temer
ya que….un niño no puede hacerte daño. Y será ahí, en ese momento donde podrás ver en ti
mismo esa sonrisa que habías olvidado, esa alegría que te envolvía cuando venían los reyes
magos, esa tranquilidad y serenidad que no encontrabas, porque …..como decía San Agustín
“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”
Por eso, a ti que estás leyendo esto, te invito a que lo intentes, encuéntrale y te digo lo que me
dijeron a mí una vez ¿Quieres jugar al escondite?