El Purgatorio: la lógica del amor

Catequesis

Cuando nos topamos con la pregunta: ¿quién o qué es Dios? ¿De qué está hecho?, podemos hacer dos cosas: por un lado, ponernos a redactar una lista infinita en un intento imposible de abarcar todo lo que es, o por el otro, podemos tratar de resumirlo todo, humildemente, en una palabra: Amor. Esa es la esencia de Dios y de su Ley.  Y nosotros, como hijos suyos estamos llamados a participar de ese Amor tan perfecto. Nos lo deja bien claro en los dos grandes Mandamientos de nuestra fe: el Primero, “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, y el Mandamiento Nuevo, “Amarás al prójimo como a ti mí mismo”. Los dos van intrínsecamente ligados, pues no podemos amar a Dios sin amar a aquellos que nos rodean, pues Dios mismo se nos manifiesta muchas veces a través de ellos. Por tanto, cuanto mayor sea la necesidad de nuestro prójimo, mayor debe ser nuestro amor hacia él.

Entonces, si Dios nos ama tanto, ¿por qué no vamos directamente al Cielo? ¿Por qué tenemos que «pasar»por el Purgatorio? El Purgatorio solo se entiende dentro la lógica del amor. ¿Cómo? Pero el Purgatorio, ¿no es un lugar donde tenemos que purificar nuestro amor, sufrir nuestros pecados? Sí, pero no. Jesús en la Cruz nos dice «Te quiero a ti y quiero tu bien». Cuando nos encontremos en el Juicio Personal y descubramos todo lo que Jesús ha pagado por mí en la Cruz, yo querré devolverLe un poco, una miseria, pero que Él acogerá como lo más grande. Así es el Purgatorio, ¿puedo hacer algo ahora por Ti, mi Jesús? Y Dios así nos lo permite porque nos ama y le importan nuestros actos, y le encantan nuestros ofrecimientos, aunque no sean comparables a los Suyos. El Señor aceptando mi pequeña restitución está valorándome, está diciendo: «Tú eres importante, tú eres muy grande, tú me puedes dar mucho».  Yo puedo ayudar a Jesús aceptando el Purgatorio, yo puedo ser colaborador de Jesús. ¿Qué puedo hacer yo para restituir todo el mal que Te he hecho? 

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Entonces, ¿hay que rezar por las almas del purgatorio o no? Llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿quiénes, más que las almas del Purgatorio, necesitan de nuestra ayuda y amor? Las almas del purgatorio son aquellas que forman una de las tres partes de la Iglesia, la iglesia purgante, y son aquellas que, tras morir en amistad con Dios deben purificarse perfectamente antes de poder alcanzar la plenitud del Cielo. Es un sufrimiento que aceptan para poder entrar en el Cielo, aunque sufran, es motivo de gozo porque están devolviendo una parte del amor que el Señor nos ha dado en la Cruz. Pero, ¡nosotros podemos ayudarles a que acorten su estancia en el Purgatorio y que vayan al Cielo!

A pesar de que saben que tienen la salvación asegurada, deben rebobinar una y otra vez ante sus ojos los pecados que han cometido hasta que queden purificados, y esto, junto con el inmenso anhelo que tienen de Dios, les ocasiona un grandísimo sufrimiento. Imagina, por un momento, tener que revivir constantemente tus momentos de pecado, con la humillación y angustia que eso conlleva. Pues eso es lo que les sucede a las almas del purgatorio, que tan descuidadas tenemos hoy en día.

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La manera que tenemos de ayudarlas es mediante el sacrificio y la oración, especialmente al ofrecer las Misas por ellas. Aprovechemos este mes de noviembre, que es el mes de difuntos para acordarnos de ellas y ayudarlas a alcanzar la Felicidad eterna. Puede que entre ellas se encuentren familiares y amigos nuestros, pero, indiferentemente de eso, el regocijo en el Cielo por el triunfo de nuevas almas será muy grande. No pongamos freno a nuestro amor y contribuyamos a pintar una sonrisa en el rostro de Dios, la Virgen y los santos.

María Ramos