Padre, perdónales porque no saben lo que hacen

Cambiar el mundo, Jóvenes Católicos, Universitarios

Durante los últimos días nuestra sociedad se ha sentido golpeada por la tragedia del asesinato del pequeño Gabriel a manos de la novia de su padre, Ana Julia Quezada. Este gran dolor ante semejante injusticia ha provocado distintas reacciones en las que subyacía la rabia, el odio, el rencor y el deseo incontenible de venganza hacia ella.  Normal. Es la reacción más humana y comprensible que se puede esperar en una situación así.

Sin embargo, qué bonito ha sido ver cómo, en medio de este valle de lágrimas, se ha erigido la voz de la madre del crío, lanzando un mensaje de amor al mundo. Un mensaje de AMOR con mayúsculas que desmonta todos los esquemas de las pasiones humanas, pues perdona a la culpable de la muerte de su hijo (pidiendo que no se hable de ella), a quien no quiere que se le recuerde por los sentimientos de odio desencadenados en torno a él, sino por el amor que dio y recibió en vida.

Con algo tan extraordinario como esto, no puedo evitar pensar en Jesucristo crucificado, que en medio del máximo tormento físico y emocional para cualquier hombre, implora a su Padre: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”, refiriéndose a aquellos que le habían clavado en la cruz (no solamente los soldados romanos, sino también nosotros a través de nuestro pecado).

Qué bonito es ver cómo una persona es capaz de perdonar a otra de manera análoga al perdón de Cristo a toda la humanidad, por cuyos pecados había sido crucificado. Qué forma tan pura, auténtica y profunda de amar. Qué manera de consumar el amor por medio del sufrimiento; qué manera de sobreponerse al dolor a través del perdón. Es algo que no parece de este mundo, porque realmente, no lo es. Es algo que proviene de Dios, y cada vez que se manifiesta en nosotros no hace más que justificar nuestra naturaleza de hijos suyos. Porque el rastro que ha dejado Dios, nuestro Padre, de su ADN divino en sus criaturas no es otro que el del Amor. Por eso es normal que nos maravillemos ante tales gestos humanos de caridad, que no hacen más que remitirnos al de arriba. Y es por eso que se dice, que estamos llamados a construir la civilización del Amor, venciendo el odio y el mal.

 

María Ramos