Los futuros curas juegan al fútbol

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El “Campeonato Mundial Eclesiástico” se celebra este fin de semana, 24 y 25 de febrero de 2018, donde, por primera vez, el árbitro será un sacerdote.

Una de las últimas películas populares en España ha sido «Que baje Dios y lo vea». Un divertido largometraje en el que varios monjes se enrolan en la «Champion Clerum», una competición deportiva para clérigos que esperan ganar para recaudar el dinero suficiente y evitar así que su monasterio se convierta en un parador turístico. Una idea que no está muy lejana a la realidad…

Existe en Roma un peculiar campeonato de fútbol en el que participan los colegios sacerdotales y seminarios que hay allí. Se trata de la «Clericus Cup», que se celebra todos los años entre febrero y mayo. Creación del cardenal Tarcisio Bertone (quien reconoce ser un fanático del fútbol e hincha de la Juventus), lo organiza el Centro Sportivo Italiano con el respaldo del Vaticano y de la congregación para el Clero. La propia organización expone que la meta que persigue el campeonato es «la vuelta del deporte dentro de las parroquias, donde muy a menudo falta. Y la Clericus Cup aborda el problema desde la raíz, devolviendo el deporte a la experiencia de la vida de los sacerdotes y seminaristas como instrumento de promoción humana». La liga fue fundada en 2007 y en breve comenzará la XII temporada.

Entre los participantes están dos burgaleses, Jesús Varga y el sacerdote Miguel Ángel Sáiz, quienes juegan en el equipo del Pontificio Colegio Español de San José. Varga, que es diácono y llegó a Roma hace tres años para estudiar Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico, cuenta que este es el tercer año en el que participa: «A mí personalmente me gusta, porque me gusta el fútbol, y aquí en Roma hacer deporte es importante para llevar una vida equilibrada». Todo ello supone un compromiso con el equipo y también «te abre a conocer gente de otros países y culturas; gente muy diversa, pero que se siente unida gracias al fútbol». Y es que el fútbol hace amigos. «Entre nosotros hay muy buen rollo: después de los partidos merendamos o comemos juntos, y lo que más se cultiva es la amistad. Para mí es de los mejores momentos que uno puede vivir en Roma».

Para pertenecer a un equipo y participar en la Clericus Cup solo hacen falta dos requisitos: ser sacerdote o seminarista y estar «en unas normales condiciones físicas, aunque como no se trata de una competición profesional, tampoco se requiere nada especial», explica Jesús. En el equipo, este joven burgalés es el único que no es sacerdote y también es el más joven. «Además, no está únicamente formado por españoles, ya que también cuenta con sacerdotes de Venezuela, de Rumania y de Argentina».

Lugar para la oración

El campeonato consiste en primer lugar en una fase de grupos: Hay cuatro grupos, con cuatro equipos en cada uno. Pasan a la siguiente ronda los dos primeros equipos, que son los que consiguen más puntos. «Después se juegan los cuartos de final, la semifinal y la final a un solo partido de eliminación directa. Y en caso de empates cuentan los goles, pero también el número de tarjetas que tenga cada equipo dadas las posibles incidencias…», explica Jesús.

La Clericus Cup todavía no ha comenzado, pero los equipos están participando en el torneo de «La amistad», que es de fútbol sala y también está formado por colegios de curas o seminarios. El equipo de Jesús fue campeón el año pasado, «y este vamos los primeros de momento. Para la Clericus son favoritos los seminarios o los grandes colegios que tienen muchos sacerdotes… aunque la edad es decisiva».

Al igual que en otros torneos de fútbol convencionales, cuenta mucho el buen comportamiento de los jugadores: «Los insultos son penalizados. La afición también acude a los partidos, pero siempre predomina un clima tranquilo, de respeto y a la vez competitivo». Sin embargo, es al final cuando destaca una diferencia: «Después del partido siempre hay un ‘tercer tiempo’ en el que se hace una oración y se despiden los equipos. Y si durante el partido ha ocurrido algo… también es buen momento para pedir disculpas».

Fuente: Archiburgos

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