Carta de un Obispo ante su enfermedad

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Plasencia, 6 de febrero de 2018

Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, diocesanos de Plasencia: hoy hace un mes, durante mi participación en los Ejercicios Espirituales para Obispos (se conoce que el Espíritu Santo se pasó un poquito), me apareció una diplopía (visión doble; al menos que suene bien), que me ha impedido estar presente en varios actos de carácter diocesano. Muchos me habéis escrito, llamado o preguntado, interesándoos por mi salud. Después de numerosas pruebas, todo parece normal.

Estos acontecimientos a veces no los entendemos y nos descolocan. ¿Cómo, tras un conocimiento primero de la Diócesis, cuando comenzábamos una relación hermosa y en el momento en que había que iniciar actividades y decisiones importantes, me sorprende esta dificultad, que, sin ser grave, me limita para muchas cosas?

Para mí supone un serio ejercicio de paciencia. Pido al Señor fortaleza y saber afrontarlo de buen grado, incluso con alegría; y está resultando una purificación grande, consciente de que son ciertas las palabras que Tomás Moro escribe desde la cárcel a su hija Margarita: “Ten, pues, buen ánimo, hija mía y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera.

Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor”. Esta es mi convicción. Quizá el Señor nos quiere recordar una vez más que es Él el que hace las cosas, contando con nuestra pobreza y debilidad, como en el caso de María.

Desde el primer día de mi episcopado os dije que venía decidido a serviros. Pero el ministerio objetivo, que nos ha aferrado con la ordenación, requiere no tanto el empeño de algo nuestro, cuanto el ser tomados para servir, según una célebre expresión de von Balthasar. En una intervención de 1961, recuerda un episodio sucedido en el verano de 1927, durante un retiro ignaciano, en el que brota la semilla de la vocación: «Todavía hoy, treinta años después, podría volver a aquel sendero de la Selva Negra, no lejos de Basilea, y hallar de nuevo el árbol bajo el cual sentí el impacto de algo así como un rayo… lo que entonces me vino a la cabeza de repente fue sencillamente esto: “Tú no tienes que elegir nada. Tú has sido llamado. Tú no tendrás que servir. Tú serás tomado para servir. No tienes que hacer planes de ningún tipo; eres sólo una piedrecilla de un mosaico preparado desde hace mucho tiempo”. Todo lo que yo tenía que hacer era simplemente dejarlo todo y seguir, sin hacer planes, sin el deseo de experimentar intuiciones particulares.

Sólo debía estar allí, para ver a qué tenía que servir». Por otra parte estoy ciertamente conmovido, comprobando cómo todo un pueblo se pone a mendigar del Señor la salud de su Obispo, no con una petición formal, sino verdadera. Una vez más comprobamos que lo que más desea nuestro corazón no nos lo podemos dar nosotros mismos, por eso lo pedimos al único que puede concederlo. Que Él os lo pague.

Yo os lo agradezco de corazón. Esto tardará un tiempo en corregirse. A mí el primero se me pide paciencia. Mientras tanto, os ruego que cada uno desde su responsabilidad eclesial, trabaje en la medida de sus fuerzas por el bien de su comunidad y de la entera Iglesia diocesana. Estoy convencido de que lo haréis así y doy gracias al Señor por ello.

Os envío mi saludo afectuoso y agradecido y mi bendición.

+D. José Luis Retana Gozalo

Obispo de Plasencia

Fuente: Diócesis de Plasencia