¡Hoy ya soy feliz!

Experiencias, Testimonios

Mi nombre es Nicolás y soy un joven zaragozano de 20 años. Entre otras cosas, me dedico a correr maratones, y he de decir que estas carreras de 42 Km son como la vida misma. Hay momentos en los que las cosas van sobre ruedas, pero también hay momentos en los que las cosas no van tan bien. Por instantes las fuerzas te acompañan y parece que nada te puede parar, pero luego aparece la fatiga y toca sufrir. Sin embargo, cada 5 Km nos encontramos con una zona de avituallamiento en la que podemos reponer los líquidos y energías perdidas, lo cual es imprescindible para poder llegar a la meta. En nuestra vida, ese avituallamiento es una persona: Jesucristo.

Pues bien, hubo una etapa en mi vida en la que pensaba que no necesitaba de ese avituallamiento para llegar a la meta de la felicidad. Yo era una persona que había recibido una buena formación espiritual y que rezaba todos los días. Pero cuando tenía 17 años esto cambió. Me dije: “a mí me han comido el coco desde pequeño y me han hecho creer en algo que nunca he experimentado”. Me dejé arrastrar por mis amigos y empecé a frecuentar la oscuridad de la noche. Viendo que ellos no rezaban y que aparentemente parecían felices, llegué a la conclusión de que Dios no me servía de nada y que solo me quitaba tiempo, así que dejé de rezar y mi fe se fue enfriando hasta morir casi por completo. Cada vez me sentía más vacío y solo vivía para las fiestas y mi placer.

Es difícil expresar con palabras la situación de angustia y hastío que estaba viviendo, pero he de destacar que me sucedieron 3 cosas:

  1. Yo hacía fútbol y atletismo. La verdad es que corría bastante y llegué a ir a campeonatos de España. Sin embargo, de repente noté que todo me cansaba mucho más, no solo correr, sino también ir a clase, comer o estudiar. Fui al médico y me hicieron análisis de sangre, pero los resultados fueron correctos.
  2. Sacaba muy buenas notas, pero en la 1ª evaluación de 2º de bachiller suspendí dos asignaturas y obtuve un flojo 6,2 de media. Era algo inédito. Después de mi conversión acabé el curso con un 8,2 y actualmente estudio Derecho de forma muy satisfactoria.
  3. Ahora viene lo más llamativo de todo, la gota que colmó el vaso. Nunca he tenido problemas de sueño, soy de los que cae rendido al minuto. Pero cuando dejé mi fe de lado, me iba a dormir a las 12 de la noche y hasta las 4 o 5 no pegaba ojo. Todas las noches eran un suplicio, sufría muchísimo y la situación era insostenible. Todo explotó una noche en la que ya no podía más. Abrí la puerta de la terraza y me dije: “hay dos formas de acabar con esto. O me tiro y esto se acaba, o miro a ver lo que ha sucedido y lucho por la vida”. En ese instante, me vino a la cabeza la siguiente frase: “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA”. Entonces sentí el abrazo misericordioso del Padre y mi vida se transformó por completo. Estaba sumergido en una fosa a punto de ser devorado por leones, pero el Señor me rescató a tiempo. Estaba ciego y poco a poco mis ojos se fueron abriendo a base de oración, eucaristías y rosarios. Mi corazón se fue llenando de nuevo y no tardé en caer en la cuenta de que seguir a Dios merece la pena, pues él colma todos mis anhelos. ¡Hoy ya soy feliz!

Nicolas Herás García.