¿Mantienes relación con tu Ángel de la Guarda?… ¡Conoce su importancia!

Cambiar el mundo, Jóvenes Católicos, Preguntas Frecuentes

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

Tu Ángel de la guarda, “ElCustodio”, como su nombre indica, tiene la función de guardar y custodiar aquello que le ha sido asignado por Dios, a nosotros. Él es el puente entre el Creador y la criatura, la voz de nuestra conciencia que nos guía en las decisiones y en la manera de actuar ante diversas situaciones.

Muchos tienen la costumbre de hablar con su Ángel de la guarda, como quien habla con un amigo, les ponen un nombre para mantener una relación más íntima con él, ¡qué importante es que tu Ángel tenga nombre! Muchos le piden ayuda para resolver un problema familiar, para encontrar un estacionamiento, para que te proteja cuando sientes miedo, para dar un consejo acertado a un amigo, para consolar a los abuelos, a los padres o a los hijos.

Por el contrario, otros tienen al Ángel de la guarda un poco olvidado. Quizá escucharon, de niños, que existe, que nos cuida, que nos ayuda en las mil aventuras de la vida. Pero desde hace tiempo tienen al Ángel “aparcado”, en el baúl de los recuerdos de la infancia.
Pero tu Ángel no puede quedarse  en un residuo de la niñez, sino como un regalo del mismo Dios, que ha querido hacernos partícipes, ya en la tierra, de la compañía de una criatura celeste que contempla ese rostro del Padre que tanto anhelamos.

Recuerdo una historia verídica que me contó la protagonista. Era una chica de 13 años que practicaba la gimnasia deportiva, le gustaba mucho y se le daban especialmente bien las piruetas, pero su madre sufría mucho por ella, ya que con tanto “brinco” no quería que su querida hija nunca se hiciera daño.

El día de la fiesta de su colegio, mientras la madre la llevaba en coche, le dijo: “hija mía, por favor, antes de hacer tu serie de piruetas, encomiéndate a tu Ángelcustodio”. La hija, sorprendida, le contestó, con cierto tono pasivo: “vale, lo haré por ti”.

Comenzó el show y todo el colegio empezó a gritar el nombre de  la hija. Llegaba su momento y todo el colegio la aplaudía para animarla. Ella cuenta: “En esos momentos no oyes nada, ni ves nada más allá de la fila de colchonetas, pero ese día fue distinto, cuando iba a empezar la serie me acordé de las palabras de mi madre y mirando al público que rodeaba las pistas, vi directamente a mi madre, que estaba mirándome. Es curioso, porque había más de 300 personas mirando.

Por ella me encomendé y con fuerza comencé a hacer la serie. Los que saben de gimnasia deportiva entenderán que en una serie de 13 flic-flacs y un mortal al final cabe el riesgo de marearse hasta “emborracharse”, perdiendo el control y, por inercia, seguir haciendo piruetas inconscientemente. Así me ocurrió, no podía parar y me desvié de las colchonetas hasta seguir haciendo la serie en el suelo de hormigón de las pistas de mi colegio. Cuando llegó la hora de hacer el mortal (voltereta en el aire sin manos), me quedé parada por un instante en el aire y, sin poder apoyar los brazos, caí verticalmente de cabeza contra el duro suelo de hormigón. En el momento en el que mi cabeza chocó contra el suelo, sonó un “cloc” muy fuerte. Todo el colegio se quedó callado. Pararon la música. Todo esto me lo explicaron luego, porque yo quedé inconsciente en el suelo. Muchas profesoras me llevaron en volandas al gimnasio, donde me espabilaron para “despertarme”. Cuando abrí los ojos, vi a mi madre frente a mí, con los ojos llenos de lágrimas, acompañada de seis profesoras más que compartían su misma cara de angustia. Algo muy serio podía haberme pasado, pero ante la sorpresa de todas, yo estaba bien. Sólo me rompí una muela y me hice un chichón. Gracias a Dios, podía correr, saltar, bailar… como antes.

Aunque curiosa, es una historia totalmente real. Puedes pensar lo que quieras, pero yo tengo la certeza de que en esa serie de gimnasia, como en todos los momentos de mi vida, estaba mi Ángel de la guarda a mi lado. Al pedirle ayuda, me protegió especialmente y evitó que desde ese día me quedara tetrapléjica, parapléjica… o en el suelo para siempre. No fue casualidad, fue Nachete, mi Ángel de la guarda.

Adjuntaría el video para que vierais la gravedad del golpe, pero no lo tengo. Tan sólo puedo animarles a que, a partir de hoy, renovemos nuestro trato afectuoso y sencillo, con el Ángel de la guarda de cada uno, de cada una. Para darle las gracias por su ayuda constante, por su protección, por su cariño. Para sentirnos, a través de él, más cerca de Dios.